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Obras maestras de vino y licores en su puerta
5º Grand Cru Classé en 1855
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Encaramado en las alturas de la denominación Pauillac, Château Pontet-Canet es uno de los crus más esenciales del Médoc. Su fundador Jean-François de Pontet, escudero del rey y gobernador del Médoc, lo adquirió en 1725, y sus herederos compraron los terrenos vecinos del lugar llamado Canet unos años más tarde: así nació Château Pontet-Canet.
El Domaine alcanzará el título de Quinto Grand Cru Classé durante la clasificación de los vinos de 1855 oficializada para la exposición universal de París. Fue adquirido por Herman Cruse, un comerciante de vinos bordeleses de origen danés, unos diez años más tarde y entonces fue renovado de arriba abajo. Sólo cuando Guy Tesseron, que ya era propietario del Château Lafon-Rochet al Saint-Estèphe, lo compró en 1975, el Domaine empezó a renacer. Su hijo Alfred revelará el extraordinario potencial de su terruño a partir de 1994, al convertir Domaine a la agricultura biodinámica con el apoyo de su administrador y confidente Jean-Michel Comme. Hoy, es su hija Justine Tesseron quien continúa su labor, haciendo que Pontet-Canet brille en el panorama vitivinícola.
El Château Pontet-Canet reina hoy sobre un viñedo de 81 hectáreas, gestionado íntegramente según los principios de la biodinámica desde la cosecha de 2004. El Domaine es así un precursor y una referencia en el mundo de los Grands Crus Classés de Bordeaux. Fue certificado por los sellos Biodyvin y Ecocert en 2010 y posteriormente por el sello Demeter en 2014.
Las variedades de uva de la propiedad son Cabernet Sauvignon (62%), Merlot (32%), Cabernet Franc (4%) y Petit Verdot (2%). Están plantadas en magníficos suelos de grava que contienen en algunos lugares sustrato arcillo-calcáreo en profundidad.
El Château Pontet-Canet tiene con razón un gran número de seguidores, ya que su historia recompensa el trabajo de una apuesta audaz; los vinos tienen una maravillosa vivacidad de fruta, profundidad y armonía que son simplemente divinos.
Adornado con un elegante color rubí profundo con reflejos anaranjados, el vino se anuncia con una nariz delicada y compleja. El bouquet combina aromas de frutas rojas confitadas: fresa, frambuesa, grosella, pero también notas de evolución: solera y panadería. En boca, el ataque es relativamente pleno, evolucionando hacia un cuerpo denso y rico. La carga tánica es imponente pero perfectamente integrada. Los aromas de la nariz se despliegan con potencia y elegancia, aportando una dimensión muy golosa. El largo final añade un toque de frescura con sus notas especiadas.