
Petrus 1994
- Botella de 0,75 L
Obras maestras de vino y licores en su puerta
Petrus, un mito entre los mitos, ni más ni menos. La añada más famosa de Bordeaux, nacida de un terruño excepcional combinado con un saber hacer único y celosamente guardado. En el siglo XIX, Domaine fue fundado por la familia Arnaud, que le dio el nombre del primero de los Papas. En 1925, Edmonde Loubat adquirió acciones de Domaine y vio su gran potencial. Durante 20 años, promocionó sus vinos, y en 1945 unió sus fuerzas a Jean-Pierre Moueix, natural de Corrèze, que dirigía su propio negocio de comerciante de vinos en Libourne. Ambos desarrollaron sin descanso la reputación del Petrus, compartiendo la convicción de que se convertiría en el igual de los grandes Châteaux del Rive gauche. Este vino llegó a ser especialmente apreciado y cotizado en Estados Unidos, donde Kennedy se convirtió en su primer embajador. A la muerte de Edmonde Loubat en 1961, Jean-Pierre Moueix se convirtió en el único propietario y recurrió al enólogo Jean-Claude Berrouet para que se encargara de la vinificación. En las décadas siguientes, el Petrus ascendió a la cima de la jerarquía de los grandes vinos Bordeaux.
Hoy en día, son los hijos y nietos de Jean-Pierre Moueix, Jean-François y Jean, quienes llevan el timón de Domaine, acompañados por Olivier Berrouet, que ha sustituido a su padre en la bodega y sigue dando vida al estilo Petrus.
Hoy en día, Petrus reina sobre un viñedo de 11,5 hectáreas de viñas, plantadas en una loma que culmina a 40 metros y cuyos suelos son de una naturaleza arcillosa única, con arcillas azules en la superficie y rojas en el subsuelo debido a la presencia de crasas de hierro. Estas arcillas proporcionan un excelente suministro de agua, actuando como una esponja que la redistribuye a las vides cuando éstas lo necesitan. La variedad de uva es 100% Merlot. Los vinos envejecen entre 18 y 20 meses en barricas de roble francés 100% nuevas.
Petrus es un vino con unas características olfativas y gustativas absolutamente únicas. Aterciopelado, profundo, picante y especialmente seductor, con ese lado trufado tan reconocible, deja un recuerdo imborrable a quien tiene la suerte de probarlo al menos una vez en la vida.